El expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) Luis Rubiales defendió ante el juez de la Audiencia Nacional que el beso que le dio a la jugadora de la selección Jenni Hermoso en la entrega de trofeos del Mundial en Sidney (Australia) fue una muestra de afecto y afirmó que hubo consentimiento por parte de la jugadora. Según Rubiales, el beso fue un gesto natural que ocurrió frente a millones de personas. Estas declaraciones fueron recogidas en la comparecencia ante el magistrado Francisco de Jorge, aunque solo se han dado a conocer dos extractos.

Según fuentes presentes en la declaración, los extractos que se conocieron no reflejan completamente el contenido de la comparecencia. En respuesta a las preguntas del abogado de Hermoso, Rubiales afirmó que preguntó a la jugadora antes de darle el beso y que ella dio su consentimiento. Además, señaló que Hermoso también explicó esto a los medios después del partido. Rubiales aseguró que respetó a la jugadora y que ella se fue riendo después del incidente.

Rubiales explicó que agarró a Hermoso por la cabeza al darle el beso debido a su efusividad y espontaneidad, y que ella también lo abrazó por la espalda. También negó haber presionado a Hermoso o a su entorno y señaló que la jugadora faltó a la verdad en su declaración al afirmar que él le pidió ayuda con el beso en los vestuarios. Rubiales sugirió la existencia de grabaciones en los túneles que podrían comprobar su versión.

En relación con el viaje de regreso en avión desde Australia, Rubiales admitió que se sugirió que grabase un vídeo conjunto con Hermoso para acabar con la controversia, pero ella declinó la oferta. También reconoció que mencionó a sus hijas durante la conversación con la jugadora, explicando que estaban sufriendo por la polémica. Rubiales negó haber enviado a alguien para hablar con el hermano de Hermoso y afirmó que fue el seleccionador Jorge Vilda quien tuvo esta conversación.

Rubiales concluyó su testimonio ante el juez diciendo que solo querían poner fin a la situación y que el beso fue una anécdota que no merecía más atención, aunque admitió que no fue adecuado en términos de decoro.