Trabajadoras del hogar y de limpieza presentan un calendario para exigir el reconocimiento de sus enfermedades laborales.
El icónico Museo Reina Sofía de Madrid se convertirá en el escenario de un emotivo evento destinado a visibilizar problemáticas laborales y a recaudar fondos para la causa, que tendrá lugar mañana. Este acontecimiento busca elevar las voces de mujeres trabajadoras que, a pesar de sus difíciles experiencias, permanecen en la lucha por el reconocimiento de sus derechos laborales.
Las historias de Lucrecia Sáenz y Mar Jiménez, aunque provenientes de trayectorias dispares, se cruzan en un mismo denominador: ambas han sacrificado su salud por sus trabajos. Lucrecia, originaria de Nicaragua y con 65 años, ha dedicado los últimos 19 años en Madrid al cuidado de personas, comenzando por niños para luego asistir a ancianos. Su entrega, sin embargo, le ha costado caro, llevándola a lidiar con serias condiciones de salud, incluyendo hernias y problemas en el túnel carpiano, lo que actualmente la mantiene de baja.
Por su parte, Mar Jiménez ha dedicado 35 de sus 62 años a trabajar como camarera de piso en algunos de los hoteles más lujosos de la capital. Su trabajo, que implica movimientos repetitivos y fuerza física, ha dejado secuelas similares en su cuerpo, con problemas de hernias y lesiones en el hombro. A pesar del sufrimiento, ambas coinciden en que sus dolencias nunca han sido reconocidas oficialmente como enfermedades laborales. “No pedimos más que el reconocimiento de las enfermedades profesionales y de la salud laboral”, sostiene Jiménez, articulando así un reclamo que resuena en muchas trabajadoras como ellas.
Con este telón de fondo, las asociaciones 'Territorio Doméstico' y 'Kellys Madrid' han decidido unir fuerzas para lanzar una campaña que no solo busca dar visibilidad a estas luchas, sino que también presenta un calendario fotográfico que narra las vivencias de trabajadoras que enfrentan problemas similares. La presentación de este calendario, que destaca a 12 trabajadoras, se llevará a cabo mañana a las 18:30 horas en el Museo Reina Sofía, y busca constituirse como un faro de esperanza y reconocimiento para estos colectivos.
Este calendario no es solo una colección de imágenes; está estructurado en cuatro ejes conceptuales: migración, trabajo, cuerpos rotos y lucha. Cada fotografía será complementada con un 'haiku', un poema de tres versos que reflejará las emociones y experiencias de cada protagonista, convirtiendo el arte visual en una poderosa herramienta de comunicación y reivindicación.
Ambas portavoces de los colectivos enfatizan que su meta es la legitimación de sus padecimientos como enfermedades laborales. Sáenz recuerda que sus problemas de salud comenzaron casi desde su llegada a Madrid, cuando las demandas físicas del cuidado a niños y ancianos comenzaron a deteriorar su espalda. “Al principio cargaba a los niños y a las compras, lo que fue obstruyendo mi columna. Luego, levantaba a los mayores sin ningún tipo de soporte”, señala, enfatizando la falta de recursos en los hogares donde trabaja.
Además, Sáenz vivió más de una década como trabajadora interna, con jornadas que a menudo se extendían hasta 12 horas. Recientemente, logró un contrato en el Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD) madrileño. Sin embargo, sus compañeras han salido a protestar para exigir mejoras en las condiciones laborales, haciendo eco de una realidad común en el sector. La última manifestación reunió a decenas de trabajadoras que recorrieron las calles del centro de Madrid, evidenciando el carácter mayoritariamente femenino de este colectivo.
El colectivo de camareras de piso, conocido como 'kellys', también ha estado alzando su voz en demanda de mejores condiciones laborales. Si bien la reforma laboral de 2022 prometía mejoras, Jiménez sostiene que este avance no ha sido suficiente. “Aunque teóricamente los contratos son por horas, se nos exige hacer entre 40 y 50 camas al día, sin contar el trabajo adicional”, explica, revelando la presión desmedida a la que son sometidas.
Los efectos del trabajo en la salud de las camareras de piso trascienden lo físico; muchos enfrentan también problemas de salud mental. Jiménez comparte que “el 80% de las camareras se medican para trabajar”, lo cual refleja la ansiedad generada por entornos laborales adversos, exacerbados por jefes que ignoran el bienestar de sus empleados. “Hay días en que ni siquiera tenemos tiempo para parar a comer”, lamenta.
El lanzamiento del calendario no es solo una forma de articular y visibilizar sus experiencias; también es un esfuerzo por recaudar fondos que ayudarán a los colectivos a continuar su lucha y a poner en valor un trabajo que conlleva una carga física considerable. “Si todas las mujeres dejáramos de cuidar durante tres meses, el mundo se detendría”, concluye Jiménez, con la firmeza de quien sabe que su contribución es esencial para el funcionamiento de la sociedad.
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