El Palacio de la Prensa: Un legado cinematográfico y cultural en el corazón de la Gran Vía madrileña.

En el vibrante corazón de Madrid, donde la Gran Vía nunca duerme, se erige un bastión cultural que se resiste a la monotonía del ocio digital: el Palacio de la Prensa. Este emblemático cine, inaugurado en 1929 por el rey Alfonso XIII, ha logrado realizar una transición hacia los hábitos contemporáneos sin sacrificar su esencia histórica.
Con una altura impresionante de 58 metros y 16 plantas, el Palacio, obra del arquitecto Pedro Muguruza, fue el primer rascacielos de Madrid y un referente arquitectónico que ha resistido la prueba del tiempo. Su fachada de ladrillo visto no solo deslumbró en su día, sino que también acogió a figuras literarias como Federico García Lorca, quien desde su azotea impulsó su proyecto teatral La Barraca.
El cine del Palacio abrió sus puertas el 2 de enero de 1929, con un acceso mediante ascensor que causaba largas esperas. Esta peculiaridad, que podría parecer trivial hoy, llevó a realizar una reforma en 1941, trasladando la sala al nivel de la calle. En 1989, el local se abrió aún más al público al remodelarse en tres salas, incorporando una multifuncional en el subsuelo que abarca desde cine hasta discoteca.
El Palacio de la Prensa también ha sido testigo de momentos históricos, soportando 72 impactos de proyectiles durante la Guerra Civil y sirviendo como refugio para la creatividad en los años 40, albergando la célebre revista satírica La Codorniz. En 2017, su valor cultural fue reconocido por la Comunidad de Madrid al ser declarado Bien de Interés Patrimonial.
La forma en que consumimos cine ha cambiado drásticamente, como menciona Juani Sánchez, una de las empleadas del cine. “Antes, una película podía estar en cartelera un año y medio; ahora se esfuma en dos semanas”, comenta. A pesar de estas transformaciones, las trabajadoras del Palacio no solo se dedican a atender al público, sino que se convierten en guardianas de su rica historia. “Hemos celebrado desde pedidas de mano hasta tributos memorables”, relata Esther Nieto, también parte del equipo.
Nieto recuerda entre risas una anécdota conmovedora que encapsula la magia del cine: “Un chico creó una película sobre su historia de amor y sorprendió a su novia en la sala llena de amigos y familiares. Al final, le propuso matrimonio. Fue un momento inolvidable.”
Junto a Sánchez y Nieto, María Salio de Super8, comparte sus recuerdos sobre el alboroto que acompañó el estreno del último capítulo de "Juego de Tronos", donde el fervor del público se sintió en cada rincón del cine. “Había filas desde la noche anterior, todos disfrazados y animando como si fuese un evento deportivo. Fue una experiencia única”, cuentan entusiasmadas.
El fenómeno de la cultura pop ha hecho que el Palacio de la Prensa sea un punto de encuentro para las altas esferas de la sociedad y las tendencias más modernas. Aquellos momentos en que la calle se paralizaba por el bullicio de fans han sido frecuentes, y muchas veces las colas eran de tal magnitud que era necesario cerrar la calle al tráfico.
A lo largo de casi un siglo, el Palacio ha evolucionado junto a la sociedad y sus modos de entretenimiento. Desde la venta de entradas con billetes ministeriales hasta las compras digitales en cuestión de minutos, ha ido adaptándose a las demandas del presente sin renunciar a su esencia. “Hemos reinventado nuestra oferta para atraer al público; ahora hacemos proyecciones con músicos en vivo y mucho más”, explica Juani.
El Palacio no es solo un cine; es un espacio donde se viven experiencias. Han pasado nombres ilustres como Santiago Segura y Alaska, y muchos lo consideran su cine de barrio, un lugar familiar en el que refugiarse. A pesar de los cambios, hay un rincón en el corazón de Madrid donde aún es posible sentarse y perderse en una buena historia por un par de horas.
Ahora, el Palacio de la Prensa se prepara para una nueva etapa de reformas. No busca cambiar su esencia, sino reafirmarla y volver a ser un lugar donde ver una película, escuchar buena música o participar en eventos únicos. Esta capacidad de reinvención, de ser un gigante en medio de la vorágine urbana y también un refugio cercano, es lo que ha mantenido vivo a este icónico cine a lo largo de casi un siglo de historia.
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