
En el corazón de Madrid, el centro San Felipe Neri, gestionado por Cáritas, ha emergido como un refugio vital para cerca de cincuenta individuos en situaciones de vulnerabilidad, proporcionando no solo alimentos, sino también apoyo psicológico a quienes lo requieren.
Antonio Pantoja, un hombre marcado por la tragedia, comparte su historia de pérdida y lucha. En un lapso de cinco años, ha enfrentado la muerte de su hermano en 2017, la pérdida de su esposa a causa de esclerosis lateral amiotrófica (ELA) en 2018 y, más recientemente, el fallecimiento de su madre en 2021 durante la pandemia, un momento del que no pudo despedirse. A esta serie de desengaños se suman problemas económicos y amenazas de desalojo, llevando a Pantoja a momentos de desesperación. Sin embargo, ha comenzado a encontrar esperanza en el centro de día San Felipe Neri, donde ha recibido afecto y apoyo”, relata.
“Este lugar ha sido mi salvación,” expresa Pantoja con gratitud. El San Felipe Neri ofrece asistencia a personas que lidian con problemas de salud mental y que ya estaban en la red de Cáritas. Desde su apertura, han dedicado esfuerzos a mejorar la calidad de vida de sus usuarios a través de un enfoque flexible que permite a cada persona participar en el programa a su propio ritmo y autonomía.
El centro cuenta con un enfoque dual en su programación. Un equipo de proximidad visita parroquias para establecer contacto inicial con las personas, compuesto por un psicólogo y un trabajador social. En el propio centro, ubicado en Puente de Vallecas y abierto de 9 a 18 horas, los usuarios encuentran un espacio para satisfacer sus necesidades más urgentes, desde la higiene diaria hasta apoyo psicológico intensivo.
“El objetivo es ofrecer un entorno que garantice cierta dignidad y confort a quienes más lo necesitan,” señala el director del centro, Jesús Polo. Al ingresar a la red de San Felipe Neri, cada persona recibe una atención adaptada a sus necesidades específicas, que pueden incluir la creación de lazos familiares, la gestión de ayudas sociales y la superación de una soledad indeseada.
Actualmente, 28 de las 30 plazas disponibles en el equipo de proximidad están ocupadas, al igual que 20 en el área abierta, con la aspiración de completar todas las 60 plazas para diciembre, según confía Polo.
Para Pantoja, que se convirtió en uno de los primeros usuarios del centro tras su apertura en abril de 2024, San Felipe Neri representa más que un punto de apoyo; lo describe como una “segunda familia”. Inicialmente reacio a socializar, encontró en este espacio el cariño y la comprensión que tanto necesitaba, un contraste a los años de burocracia que obstaculizaron su acceso a una atención psiquiátrica adecuada.
Luis Eduardo Oviedo, otro beneficiario del centro, también comparte su experiencia positiva, agradeciendo a las trabajadoras por la calidez que ha recibido. Aunque lleva poco tiempo asistiendo, ya se involucra en diversas actividades, desde ayudar en el jardín hasta colaborar en la cocina.
Oviedo ha vivido momentos difíciles en su país natal, Colombia, donde buscaba comida en la basura para sobrevivir. Su historia de resiliencia resuena con la gratitud que siente por el apoyo y alimento que recibe en San Felipe Neri.
El perfil de quienes buscan asistencia en San Felipe Neri es diverso, abarcando edades desde los 18 hasta más de 70 años. Polo explica que la mayoría de los usuarios lidian con problemas de salud mental derivados de situaciones difíciles, tales como desahucios, separaciones o divorcios.
La acogida inicial en el centro puede variar. Algunos usuarios tardan medio año en establecer una rutina diaria, mientras que otros se integran de inmediato, dependiendo de sus circunstancias individuales.
Diana Herranz, trabajadora social involucrada en el proyecto desde sus inicios, se asegura de que la primera visita sea acogedora y constructiva. “Es esencial crear un espacio donde las personas puedan compartir su sufrimiento emocional,” explica Herranz, subrayando el respeto por el ritmo y los objetivos de vida de cada usuario.
Las actividades del centro, que van desde talleres creativos hasta salidas recreativas, son accesibles de manera voluntaria, contribuyendo al bienestar de todos. El papel de los voluntarios, como Ana García, es crucial para conectar con posibles beneficiarios y ayudar a que aquellos en necesidad se acerquen al centro, reforzando así la red de apoyo comunitario.
Ambos, Pantoja y Oviedo, han encontrado en San Felipe Neri un bastión de apoyo y comunidad. “Soy feliz aquí y me esfuerzo por relacionarme con todos,” comparte Oviedo. “Lo que necesitaba era cariño y alguien que me escuchara, y eso es exactamente lo que encontré en este lugar,” concluye Pantoja.
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